viernes, 9 de septiembre de 2011

Análisis de la crisis actual

Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) es un profesor y escritor español conocido por su análisis de la crisis económica actual. Leopoldo Abadía (autor de " La crisis Ninja ") dice en su artículo:


Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados". Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación. En muchas de mis conferencias, se levantaba una señora (esto es pregunta de señoras) y decía esa frase que me a mí me hace tanta gracia: "qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?" Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?"Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: "y a mí, qué me importa?!" Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco. Yo era hijo único.
Ahora, cuando me reuno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64. Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho.Pero qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:


1. La guerra civil española
2. La segunda guerra mundial
3. Las dos bombas atómicas
4. Corea
5. Vietnam
6. Los Balcanes
7. Afganistán
8. Irak
9. Internet
10.La globalización.


Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? Si no se lo podían imaginar!Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.
Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo. A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales. Lo que por ahí se llama "buena gente". Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos. . . .


En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho qué hijos íbamos a dejar a este mundo. A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres.


Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.

Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.


Leopoldo Abadía
P. D . 1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.
2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.
3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.

Educar al niño para la amabilidad

Bernabé Tierno, Psicólogo y escritor nos da unas pautas muy sorprendentes para activar las neuronas de la bondad en nuestros hijos:


* Los adultos que leen estas páginas saben perfectamente la importancia capital que tienen los hábitos creados, que se convierten en actitudes, en valores y en verdaderas "fortalezas humanas". Pero los hábitos no son sino la consecuencia de la repetición de acciones semejantes. Enseñar a un niño a ser buena persona, llevando a cabo acciones bondadosas y gratificantes para con los demás, es facilitar las cosas para que, ya desde la primera infancia, se vayan activando juntas en el niño las neuronas de empatía, de bondad, de respeto hacia los demás, de cordialidad y de amabilidad. Así, se irán formando "redes neuronales" positivas, que faciliten en el futuro joven y adulto las acciones generosas, solidarias y de auténtica bondad.


* Si, según nos enseña la psiconeurología, "las neuronas que se activan juntas, muchas veces, llegan a formar redes neuronales, tanto positivas como negativas", lo inteligente es que no permitamos que se "activen juntas" neuronas de maldas, de odio, de egoísmo y de indisciplina, porque, entonces, toda la personalidad de ese niño quedará invadida de tendencias hacia las acciones negativas.


* Al humanizar al niño desde la cuna con los buenos ejemplos y motivando todas las conductas positivas, empáticas y de bondad, les estamos ayudando a ser una "buena persona".


VENTAJAS DE HACER EL BIEN Y SER BUENA PERSONA:

1.- Sentirse mejor y más a gusto con uno mismo.

2.- Ser más sociable, hacer amigos y provocar que los demás nos devuelvan el bien recibido.

3.- Proporciona un mayor bienestar en todos los sentidos físico, mental y emocional.

4.- Eleva y potencia el sistema inmunológico y mejora la personalidad y el carácter.

5.- Sin pretenderlo, logramos ser más valorados, queridos y aceptados.

Esto hace que se incremente nuestra autoestima y nuestro sentimiento de competencia.

martes, 6 de septiembre de 2011

Cita de Mario Vargas Llosa

Todas las flores del desierto están cerca de la luz.
Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura 2010:


Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en tiendas de saldo.
Se pintan los ojos como les gusta y los labios carmín de chino. Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento. Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz. Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso. Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos. Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que amamos. Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo.
Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas.

La verdadera belleza está en las arrugas de la felicidad.

LO QUE ES EL VERDADERO AMOR

Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaba en contra del matrimonio.
Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando el mismo se apaga en lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:


"Mis padres vivieron 55 años casados.
Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió al coche. A toda velocidad, sin respetar los altos, la llevó hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró.
Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. El pidió a mi hermano teólogo que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó dónde y cómo estaría ella.
Mi padre escuchaba con gran atención.
De pronto pidió:-"Llévenme al cementerio"- "Papá", respondimos, "¡son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora".
Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo:
-"No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".
Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al sereno, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, rezó y nos dijo:
- "Fueron 55 buenos años....¿saben?, nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así."
Hizo una pausa y se limpió la cara.
-"Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo. Hicimos el equipaje juntos, cuando tuvimos que vender la casa y nos mudamos a la ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras. Lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos. Rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales. Nos apoyamos en el dolor. Nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores..., hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben porqué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera..."
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:- "Todo está bien, hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día."
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas.
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron refutarle.
Ese tipo de amor era algo que no conocían.